El ‘google’ de las enfermedades

El ‘google’ de las enfermedades

 

Ha sido elegido como uno de los 80 cerebros que se reunirán este verano en la Singularity University, centro ubicado en Silicon Valley (California) cuyo objetivo es dar solución, mediante nuevas tecnologías e ideas, a los grandes problemas de la sociedad. Su perfil -joven (30 años), neurólogo y «optimista casi patológico»- unido a un proyecto brillante envuelto en una emotiva presentación han sido clave para ser uno de los dos seleccionados en España en la competición Call to Innovation, promovida en nuestro país por el Grupo Cosentino y la Fundación Rafael del Pino.

Ignacio Hernández Medrano lleva dos años trabajando como adjunto en el Servicio de Neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal y ahora acaba de ser nombrado adjunto a la dirección de Irycis, un organismo que integra grupos de investigadores de excelencia del mencionado hospital, de las universidades de Alcalá, la Complutense y la Autónoma de Madrid. En sus ratos libres, tomando café con unos amigos de su infancia alicantina que nada tienen que ver con su profesión salió el tema de la dificultad de procesar toda la información médica que se publica cada día y que quizás se podía hacer una herramienta para ayudar al facultativo a estar al día. «Fue algo espontáneo, pensamos que cada uno desde nuestra disciplina podía aportar algo y sin saberlo estábamos creando un sistema que va a cambiar la sanidad mundial».

A lo largo de dos meses y medio y con una beca valorada en 24.000 euros, convivirá con otras mentes brillantes en la sede de la NASA donde intentará cumplir un sueño: «siempre he querido cambiar el mundo, siempre he tenido esa ilusión megalomaniaca. Es una idea un poco loca pero es difícil ser innovador si no dices cosas un poco atrevidas».

Ese cambio global lo quiere materializar con un proyecto que está en fase de desarrollo y en el que ya se ha fijado Google. Se trata de un software al que han apodado Medroom y en el que han creído desde el primer momento: «estábamos convencidos de que iba a funcionar». La idea debe ser buena porque en el seno de la Universidad de la Singularidad, como así se podría traducir al español, se han desarrollado dispositivos como el coche que conduce solo, una depuradora de agua con energía solar, los drones… «Quieren que las 80 personas que vayamos allí seamos líderes de la innovación tecnológica e impactar a 1.000 millones de personas en cinco años. En nuestro caso, buscan que influyamos a 10 millones, es decir, a la cuarta parte de la población».

Medroom busca echar una mano al médico en su día a día. Dicho así podría saber a poco, pero si se tiene en cuenta que la información médica se duplica cada cinco años, que los facultativos cada vez tienen que ver a más pacientes y tienen menos tiempo para dedicarles es fácil entender que no se pueda estar al tanto de todas las novedades en este campo. «Cuando tenemos dudas con un caso, lo que solemos hacer es preguntarle al compañero de la consulta de al lado. Por eso le hemos llamado Medroom, porque es como entrar en una habitación donde estuvieran tdos los especialistas en un área determinada y preguntarles su opinión colectiva. Es como si fuera un google médico pero con un punto que va más allá porque es predictivo ya que en vez de ofrecer las 1.000 páginas de una búsqueda sólo ofrece lo que hay en común en todas ellas. Es un google listo para médicos, es pura inteligencia artificial».

A través de un motor de búsqueda encuentra la información que los especialistas han ido escribiendo en sus historias clínicas, pero no se fija en todo sino que el sistema busca el mínimo común múltiple, lo común a todos. «El volumen es tan grande que la posibilidad de error queda minimizada«. De esta manera, cualquier médico desde cualquier lugar del mundo puede tener a su disposición con tan solo un click lo que los mejores especialistas hacen ante el caso que él tiene delante.

Ante la posibilidad de que existan reticencias por la divulgación de una información sensible, como es la que hay en una historia clínica, este neurólogo se muestra muy tranquilo: «la ley de protección de datos establece que es posible utilizar información clínica convenientemente anonimizada siempre que haya un beneficio para la salud poblacional. Y no hay mayor beneficio para la población que disminuir la variabilidad en función del médico que tienes delante. Además, nosotros no disponemos de las historias sino que buscamos en una base de datos».

En cuanto a si este tipo de tecnologías pueden dar pie a eliminar el papel de médico o separarlo aún más del paciente, Ignacio está convencido de lo contrario. «Entre la tecnología y el paciente, siempre va a tener que estar el médico, por lo menos durante mucho tiempo. Cuando una persona enferma lo que quiere es que venga alguien que le cure, le ayude con mimo y le aconseje sobre lo que tiene que hacer. Para mí ser médico es una satisfacción y un alivio por saber que lo que estoy haciendo sirve, que va a mejorar la salud de las personas y el bienestar social».

Por este motivo, la medicina y la investigación las considera imprescindibles por eso critica los recortes que se están produciendo en ambos campos. «Para investigar necesitamos dinero. Y para ello sólo hace falta hacer un click y entender que invertir en investigación no es gastar sino que es invertir porque tiene un retorno cuantificable, objetivo, que tarda unos años pero que cuando llega lo hace con creces». En cuanto a la sanidad, este especialista ve el momento actual de crisis como una oportunidad: «Durante años se han estado haciendo cosas de manera ineficiente. Tenemos mucho campo para la mejora de la eficiencia en cómo trabajamos los médicos, en la atención al paciente crónico, la forma en que gestionamos la información… Esto nos tiene que dar tranquilidad, porque cuando lo estemos haciendo bien el sistema se va a volver a ser sostenible».

Y para hacer las cosas mejor, Ignacio no da recetas nuevas a las que muchos otros expertos ya vienen apuntando desde hace tiempo: «hay que aplicar la ciencia a la gestión de la sanidad. Hay que hacer las cosas basadas en evidencia científica sobre cómo gestionar, que la hay, y no en ideología política, tendencias o electoralismo. Pero creo que ya estamos viendo cambios muy importantes. Si hace unos años yo hubiese ido a contar Medroom a la Administración, hubiera tardado meses en que me entendieran. Y ahora vemos un gran interés, nos escuchan, quieren innovar».

A pesar de estar cada vez más volcado en la investigación, no quiere dejar de ver pacientes. «Para cambiar el sistema hay que estar con un pie dentro. Además, me gusta«. Porque además agradece estar en un hospital público para estar más cerca de los problemas de la sociedad. «Tengo conocidos que han pasado de su carrera en una universidad privada a su máster, y de ahí a su consultora. Van de su trabajo a su barrio. Y son buenas personas pero no hablan con otra gente, mucha ahora, que le cuesta llegar a final de mes, que tiene problemas de dependencia, de analfabetismo que no comprende una explicación básica de lo que le estás contando en la consulta. Eso lo he aprendido en un hospital público y menos mal que lo he hecho. Sin eso es muy difícil cambiar la realidad porque no la conoces».

 

 

 

http://www.elmundo.es/salud/2014/06/07/5391e936268e3e175d8b4597.html

 

 



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